La plaza del pueblo se
encuentra abarrotada, por doquier cientos de personas se mueven sin un fin
determinado, lo único que buscan es una buena oferta en el mercado. Hablan
sobre los quehaceres de la vida, discuten, parlotean, critican... En síntesis
expresan la sociedad humana, todos platican sin escucharse, andan y se mueven
para satisfacer sus necesidades, olvidan que junto a ellos hay otros que buscan
el mismo cometido, no se detienen ni un segundo a observar los ojos de los que
le rodean. De súbito una mujer mayor cae de bruces al tropezarse con una
baldosa saliente del firme, a su alrededor se monta una gran algarabía. Todos comentan
el percance de la mujer, pero nadie se ha arrodillado para ayudarla. Durante
unos segundos olvidan el hecho acontecido y solo piensan en la situación en sí.
La pobre señora, ensillada en el suelo, tiene que pedir ayuda al ver que
ninguno de los presentes la socorre, pero aún con el auxilio en la boca todos
los congregados se miran esperando que "alguien" lleve a cabo el
rescate, los segundos pasan y algunos de los que se habían detenido, al
observar que no conocen a la mujer, comienza a dispersarse dando sentido sin
conocimiento a lo que ha ocurrido (La mujer estaba borracha y seguro que se ha caído
por ese exceso de vino, yo no ayudo a borrachos.) Los más cercanos que han
visto el suceso se comienzan a plantear si la mujer realmente estaría bebida y
el tropiezo sea el resultado de aquella borrachera puesto que el suelo lleva
así mucho tiempo y poca gente ha sido la que se ha tropezado con aquel
saliente.
La pobre anciana mira
anhelante a las personas, que en dispersión la continúan observando y se
plantean si alguien podrá ayudarle a ponerse en pie para continuar con su
camino y poder volver a casa sin mayores problemas. Casi todos los ciudadanos
que rodeaban a la anciana se han ido, las personas parecen haber vuelto a sus
cometidos, observan a la mujer tumbada pero intentan acallar la voz que le pide
que socorra a aquella pobre anciana. Sin más aparece una pareja (una mujer y un
hombre) en un primer envite nada los distingue de los demás, su figura es muy
parecida a los humanos que los rodean, sus vestimentas son idénticas a la de
los demás ciudadanos, sus cabellos peinados y acicalados... Pero en sus ojos se
denota un brillo diferente, sus pasos son firmes, su mirada observa a todos los
transeúntes de la plaza sin sentirse ruborizados por ello, intenta ver en cada
uno de los seres que les rodea su esencia, "su alma", su razón. No
obstante los que son observados se sienten mal ya que esta pareja consigue
penetrar en su adentros, logran leer los corazones de todos los que se cruzan
en su camino y hasta llegan a conocer sus más oscuros pensamientos, sin embargo
por más maldad que ven en su interior, la pareja no les reprocha nada con la
mirada, simplemente sonríen y continúan su camino, ya que los
"antiguos" no quieren hablar sobre los que les preocupa, prefieren
esconder sus preguntas en su interior y taparlo con kilos de compasión,
devenir, destino, predeterminación, dioses, incapacidad...
La pareja
"extraña", según la denominan sus compatriotas, se encuentran con la
anciana caída; sin pensar un segundo se agachan y atienden a la mujer, le
preguntan por lo ocurrido y ésta sin dejar de mirarlos a los ojos le cuenta
todo, mientras la chica escucha pacientemente a la anciana, el joven se afana en
arreglar la baldosa saliente para que nadie más tropiece con aquel reborde. En
pocos minutos la anciana ya se encuentra en pie y acompaña a la pareja en sus
compras, mientras andan la anciana les abre su corazón, se siente con confianza
de expresar sus preguntas, sus inquietudes, sus necesidades y la pareja
responde, cuestiona y reflexiona sobre las ideas de la mujer. La señora se
siente plena al sentir que todo lo que le preocupaba tiene respuesta en sí
misma, pero esta felicidad mengua cuando las campanas de la iglesia suenan
estruendosas. La anciana parece salir de la nube de reflexión en la que se
había instaurado y recuerda la llamada de "dios", inmediatamente
acusa a la pareja de haberla demonizado y haberle metido en la cabeza
"ideas extrañas", los chicos solo sonríen a las palabras de la
anciana pero esta como loca vuelve corriendo a la iglesia buscando la moral
prediseñada que esta le ofrece y retomando de nuevo todos sus problemas
"imposibles de resolver”.
"Vuestros
oídos aun no están preparados para los que os quiero decir." F.W. Nietzsche.